Yogananda

Asana, la postura perfecta

Asana es el tercer paso de los ocho que componen los Yoga Sutras  de Patanjali. Su práctica regular conduce al organismo a un estado de estabilidad,  salud y un mayor equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu. Es el paso previo a Pranayama.

Mas que una postura, Asana es la armónica expresión del cuerpo en una fase estática,  dibujada en el espacio circundante. Sí, ciertamente suena poético,  pero es que la verdadera experiencia de la Asana tiene connotaciones de belleza, armonía e integración al igual que cualquier práctica artística en su más pura expresión.

Pero no nos confundamos….la perfección de la postura no está en su estructura visual aparentemente ideal, sino que ésta se adapte y se realice según a las facultades individuales de cada persona. Puede haber cierta modificación en las formas en pro de una expresión más natural acorde con las propias posibilidades físicas.

En el Yoga, el cuerpo es el vehículo adecuado para el espíritu y es un instrumento para lograr su liberación. Desde esta premisa, el trato con el cuerpo se establece desde una relación respetuosa y amable, buscando siempre el movimiento confortable y con plena conciencia de lo que está sucediendo en él.

De esta manera, Asana tiene estos tres fundamentos:

– Una mente abierta y receptiva a las percepciones.

– Plena conciencia corporal y aceptación de sus limitaciones.

– Complacencia en la vivencia de la Asana.

Según las enseñanzas de los grandes maestros del yoga, una Asana bien realizada crea una acción estimuladora del cuerpo pránico o energético,  además de ser una puerta donde la comprensión del ser humano puede extenderse  más allá de la propia limitación personal.

El ingrediente principal para que una Asana se considere como tal es un estado presencial, una atención plena  para saber escuchar lo que el cuerpo manifiesta a través de esa postura  y concedernos la oportunidad de ampliar nuestro nivel conciencia.

 

Ardha Chandrasana

Esta postura da agilidad y fortaleza a toda la estructura del cuerpo.

Estimula la estabilidad en las piernas dando solidez, una firmeza que se manifiesta también en el ámbito psíquico.  Es especialmente benéfica para los desórdenes femeninos de ovarios, útero y tracto urinario.

Abre la zona anterior del cuerpo, apertura al mundo y a las relaciones. El pecho y el cuello se estiran favoreciendo una mayor comunicación, así como la expansión de la energía del corazón. Alivia desórdenes respiratorios, inflamación en garganta, amígdalas, tos y resfriados.

Mirada y brazos dirigidos al universo.

María Ruíz