Siempre me llena de alegría tu presencia, despiertas algo que estaba relegado en lo más profundo de mí, oculto por la brillante luz del entorno estival.
Desde las primeras brumas mañaneras, las incipientes nieves en las cimas, la fresca brisa y el aire húmedo que contigo traes, siento que el fuego de la vida no se extingue sino que cobra intensidad en una nueva manifestación.
En el continuo flujo de la naturaleza, tú nos traes transformación. No es la vitalidad, el esplendor, la apertura y la magnificencia de la primavera, que con su fuerza centrífuga nos lleva a abrirnos al mundo. Tú, otoño, eres la mágica transformación del camino inverso, el centrípeto, hacia los más recónditos huecos del alma, impulso de nuestro reencuentro. La naturaleza sabe de estos procesos.
Nos traes los días más cortos, para replegarnos en nuestros más íntimos lugares de reposo. Tus colores son cálidos, amables, sensibles, acogedores y a la vez luminosos, que a cualquier observador no puede dejar de estremecer. Quien no ha disfrutado alguna vez de:
- El calor de una buena chimenea.
- El olor de la brisa anunciando la primera nevada.
- La amorosa bufanda que envuelve el
- Ver la lluvia desde la ventana.
- El abrigo de aquel abrazo cálido.
- El aroma de una sopa caliente.
- El ruido de las hojas al pisarlas.
- La taza del chocolate caliente entre las manos.
- El olor de las castañas asadas.
Bajo el aparente ocaso del esplendor de los meses veraniegos, se intuye la vida intensa que fluye del morir de las hojas, del reposo de la tierra y del letargo de los animales.
De tu mano entramos al invierno, hacia el frío y el hielo. Tal vez sea ésta una razón por la que muchos se sumergen en la tristeza y soledad, reviviendo sus temores y miedos al entrar esta época del año. Nos topamos de bruces con los recuerdos y resquicios helados que aún quedan en nuestro corazón, al ver en la naturaleza el espejo de nuestra alma.
Solo la mirada profunda y sincera, permite descubrir el calor bajo el frio y la luz bajo la sombra. La vida siempre está ahí, latente como las brasas que guardan el calor, cogiendo fuerzas, renovándose para, en su proceso cíclico, manifestarse nuevamente con toda su energía en la próxima primavera. ¡Vibra intensamente con este otoño!.
María Ruíz