La Biodinámica Craneosacral no es una terapia cualquiera, sino que es una experiencia en sí misma. A través de una actitud  de escucha y atención  se establece un silencio interior donde el cuerpo habla y cuenta su historia.

Nuestra vida cotidiana está llena de actividad, continuas estimulaciones que excitan nuestro sistema nervioso y de igual  manera, agitan nuestra mente. De hecho, estamos tan acostumbrados a estás dinámicas que forman parte de la normalidad, así….caminamos rápido, comemos rápido, respiramos rápido, dormimos rápido, etc.

Cuando necesitamos solucionar un conflicto buscamos también alternativas  desde la inmediatez. En temas de salud frecuentamos las mismas pautas, generalmente, sin pararnos a pensar en consecuencias o resultados adversos. No solemos darnos el tiempo ni el espacio que, a veces,  requieren las circunstancias de la vida.

La Terapia Biodinámica Craneosacral es como un oasis en esta agitación que nos envuelve.   La descubrí en un momento de mi vida que necesitaba encontrar la salud y fue una vivencia completamente inusual. El terapeuta acogió mi cabeza en sus manos con gran suavidad como si la acunara, mientras se establecía una confianza en respuesta a la delicadeza  del contacto,  me permitía una sensación de plácido abandono y ahí…comenzó a crearse el silencio.

Un silencio lleno de información, donde se manifestaban los patrones de tensión físicos y psicológicos mas intrínsecos e incluso primarios, era la expresión  natural del propio organismo sin el esfuerzo de la voluntad. Impulsos internos promovidos por la propia sabiduría del sistema que sabía  lo que tenía que hacer, sin intervención mía ni del terapeuta.

Había descubierto una terapia fuera de lo común, que llega a la esencia, que se mueve desde dentro hacía fuera sin mediación externa, únicamente el apoyo de un contacto consciente y de atención plena.

¡Esto era asombroso! Solo había que confiar para que las cosas se dieran de forma espontánea e inteligente en el proceso de autorregulación.

En realidad, no estamos acostumbrados a la sutileza que impone este método, nos cuesta entregarnos a la experiencia del  instante. Hay que parar y saber escuchar, entender el lenguaje del cuerpo y abrirse a las sensaciones para tener acceso a los profundos parámetros físicos, psíquicos y emocionales. Un lugar donde se mueven «las mareas», impulsos rítmicos de diferentes frecuencias con las que el organismo se expresa y que un terapeuta diestro sabe interpretar.

Quedé fascinada por esta terapia no invasiva, silenciosa y respetuosa, completa e integradora que se basa en ese saber innato que lleva siempre a la salud,  propia de cualquier forma de vida.

Como terapeuta he tenido maravillosas experiencias, acompañando en procesos donde la persona ha retomado el saber de sus propios conflictos.  Al inicio… con  ciertas dudas:

¿Sabrá escuchar?

¿Podrá estar lo suficientemente atento?

¿Se dormirá?

¿Sentirá en profundidad?

¿Entenderá lo que está sucediendo?

Finalmente, entendí que nada de eso era importante porque el sistema, en su dirección organizativa, siempre actúa hacia el equilibrio. La persona aprende a sumergirse en ese silencio regenerador, a disfrutar de la paz que alberga y así…. encontrar una nueva comprensión.

María Ruíz