Realmente, no es nada fácil determinar hoy en día como debería ser una nutrición adecuada, cuales son los alimentos más saludables y, por el contrario, los que pueden provocar efectos adversos para nuestro bienestar.
Cuando hablamos de alimentación se toca un tema bastante trillado y manipulado. Nos perdemos en multitud de sugerencias sobre el ideal de la dieta equilibrada, o la más efectiva dieta adelgazante y cuando no, simplemente nos dejamos llevar por lo que nos ofrece el amplio mercado confiando en lo que captan nuestros ojos y nuestro gusto.
Vivimos en la era de la comunicación, para bien o para mal, estamos sobre-informados lo que puede general también confusión y desorientación. No todo es válido, muchas veces es información a medias tintas, se publica lo que interesa a algunos, con falta de claridad y rigor en el contenido. Otras veces, esconde enormes intereses económicos que el lector poco profundo apenas sabe detectar.
La industria alimentaria junto con la farmacéutica, es una de las que más dinero mueven en la economía de los países. Detrás de recomendaciones, anuncios, publicidad, afirmaciones de interesadas entidades del gremio sobre los alimentos que van a nuestros estómagos, hay millones de euros que van a parar a los bolsillos de unos pocos. En definitiva, no se está comercializando con ropa, juguetes o aparatos, estamos hablando de comida, lo que se supone, tendría que nutrirnos y darnos salud.
Hay una realidad, la mayoría de las empresas alimentarias no buscan mi bienestar buscan su economía, partiendo de esta base, toda materia prima y su proceso de elaboración, están sujetas a un coste lo más reducido posible.
¿Sabemos lo que realmente comemos?.
¿Que hay detrás de cada producto envasado?.
¿Leemos el listado de ingredientes?.
¿La información que ofrecen es verídica o manipulada?.
¿Somos conscientes del efecto que esos productos causan en nuestro cuerpo?.
Pero no voy hablar aquí ni de alimentos sanos o dañinos, ni de dietas, ni de comida basura o ecológica. Ahora, mi deseo es apelar al sentido común, a ese momento de reflexión en el que nos cuestionamos las cosas, en el que no nos creemos todo lo que nos venden. ¡Sí! hay que poner en duda la idea vendida a través de las revistas, la radio o la televisión, porque somos nosotros los que le damos validez y, en parte, los responsables de esa producción económica a costa de nuestra salud.
Quizás por dejadez, por falta de tiempo, por exceso de confianza, por disfrutar de los placeres del gusto, por olvidarnos de nuestros conflictos y por llenar profundos vacios personales, cobra una dimensión inusitada nuestra dependencia a lo que comemos, fomentando la manipulación por parte de terceros. Hay que reconocer que, la mayoría de las veces y de manera inconsciente, comemos lo que nos venden.
Ciertos colectivos del medio intentan dar un rayo de luz a ese mundo tan extenso de productos comercializados y envasados llamados alimentos pero que, muchas veces, son auténticos venenos para el consumo humano. Entonces aparecen los productos Bio, ecológicos, naturales e ingenuamente, nos dejamos enamorar por esta nueva moda aparentemente más saludable.
¿Pero… sabemos cómo es la ley que regula estos productos?.
¿Podemos confiar en todas las marcas expuestas a la venta?.
¿Acaso no sigue siendo un negocio, aun más productivo?.
¿Hasta qué punto mantienen una ética de compromiso con el consumidor?.
Posiblemente, más de uno dirá que esto forma parte del sistema de vida desnaturalizado que llevamos, que no queda más remedio que ir a favor de la corriente, luchar contra ese orden sería batalla perdida, ¿pero porque ponérselo tan fácil a los que juegan con tanta ventaja?.
Las grandes corporaciones alimentarias creen que el ser humano está adormecido, abducido por las tendencias colectivas, que sucumbe a sus hábitos más placenteros, que cae fácilmente al atractivo de una bella imagen o de unas convincentes palabras. En parte, algo de esto existe, pero somos mucho más que seres inteligentes que buscan el bienestar, somos una entidad excepcional, que anhela ser libre de cuerpo y espíritu. Un cuerpo que vaya en armonía con la naturaleza y con las energías que le proveen de la expresión máxima de su potencial. Un espíritu que le expande mas allá de los confines de una mente que le aprisiona.
Los grandes filósofos orientales hablan de Viveka o Discernimiento, esa cualidad inherente en todo ser humano. Es parar por unos instantes y observar atentamente nuestros hábitos, nuestros deseos, nuestros pensamientos. A través de una reflexión clara, encontrar respuestas y la dirección coherente a nuestros actos. El discernimiento genera comprensión para poder así separar el grano de la paja, reconocer lo que realmente nutre al cuerpo y al alma.
¿Te interesa el tema de la alimentación? Ya te iré contando…..
María Ruíz