Al cuarto chakra se le denomina Anahata. Está regido por el elemento de Aire, eso ya nos habla de la cualidad sutil que empieza a manifestarse en este poderoso centro de energía. Su símbolo es una estrella de seis puntas formada por dos triángulos, uno mirando hacia arriba y el otro hacia abajo. Es un lugar estratégico y punto de equilibrio en el cuerpo.

Por debajo se encuentran  los tres primeros chakras: Tierra, Agua y Fuego, más básicos e instintivos, regidos por los impulsos, donde se reflejan las necesidades más primarias del ser humano. Son la expresión viva del yo, con sus propiedades más individuales y personalistas.

En dirección ascendente se despliegan los tres chakras superiores: Eter, Buddhi y Supraconsciencia. Anahata es preludio y puerta de entrada a experiencia más integradora para la propia evolución de la persona.

Hablar de este valioso centro de energía es sumergirse en la experiencia directa del Amor. Este sentimiento tiene su espacio físico en el pecho y su órgano representativo es el Corazón. Cuando este centro se equilibra:

*  Se genera una conciencia autoreflexiva.

*  Entiendes y valoras a los demás.

*  Se abre la relación y la afectividad con los otros seres vivos.

*  Conoces claramente cuáles son tus sentimientos.

*  Sabes dirigirlos adecuadamente y armonizar tus relaciones.

*  Se habla desde el corazón, donde predomina el respeto y la     sinceridad.

Anahata rige las sensaciones sutiles,  la capacidad de contacto y la comunicación. Desde este centro,  el abrazo se convierte en una experiencia integradora base de una verdadera intimidad. Comunicar desde el corazón es hablar desde la verdad y la empatía, desde la amabilidad y la convicción.

 

Solo cuando este chakra está realmente abierto la persona es capaz de experimentar el amor en su grado más elevado. Es amar sin reservas, sin condiciones, sin dependencias ni exigencias, con entrega y sin esperar nada a cambio,  porque la energía del amor se retroalimenta por sí misma  y su propia naturaleza es de ida y vuelta. Anahata representa el amor desinteresado y compasivo, ese amor renovador que da plenitud a la persona.

Hoy en día, podemos ver a nuestro alrededor la dificultad existente en nuestras relaciones y la expresión de los sentimientos. A pesar de la cualidad natural que tiene el ser humano de sentir en profundidad, la fuerza de los hábitos mentales, nos atan a los dominios del yo, sumergido en sus miedos, inseguridades y limitaciones, una actitud egocéntrica que impide vivir la riqueza del amor pleno.

Abre tus pulmones a la energía del aire.

Relaja el pecho y libera las tensiones.

Deja que el corazón se exprese en su magnitud.

Pierde el miedo a sentir con intensidad.

Comunica con dulzura lo que hay en tu interior.

Y así…..descubrirás el verdadero camino hacia la comprensión.

 

María Ruíz