Cuando nos adentramos en la esencia del yoga, percibimos casi de inmediato que  es una experiencia que no deja indiferente. Su profundo contenido filosófico y su historia ancestral hacen del yoga una auténtica fuente de sabiduría.

Desde la superficialidad, el yoga puede parecer una simple actividad física, que conlleva un estado de bienestar y relajación. En occidente, suele contemplarse como un nuevo método de controlar el cuerpo, con numerosas variantes adaptadas a las exigencias de una sociedad  bastante desnaturalizada y que desvirtúa la propia esencia de lo que es realmente el yoga. Sin embargo, para el que  tiene una inquietud de búsqueda, el yoga se manifiesta como un verdadero camino místico y espiritual, es decir,  el reencuentro con nuestra esencia y auténtica naturaleza.

Hay una llave que abre la puerta a la experiencia más viva del yoga, es la atención. Es el punto de anclaje que nos lleva a profundizar en la percepción más refinada y sutil. No se trata de una atención superflua e intermitente, alterada por las continuas fluctuaciones de la mente. Estamos hablando de una atención firme sobre lo que acontece en ese instante, estableciéndose  un silencio interior donde  la realidad brilla con una claridad inusual.

Realizar la práctica yóguica con esta actitud, significa adentrarse en el mundo de las sensaciones corporales, con una cualidad de percepción exquisita y depurada. La atención se despliega para evidenciarnos en cada asana, las resistencias y limitaciones que se expresan en la densidad del cuerpo físico y revelarnos, de forma espontánea, lo que esconden las capas más sutiles: psíquica, energética y emocional.

En este particular estado de presencia, uno se vuelve más diestro en el arte del sentir y la contemplación. Al igual que se observa el cuerpo se atiende a la mente, situando al practicante en un espacio donde prevalece la quietud sobre el tumultuoso proceso de la psique.

Recordemos que:

«Yoga es la contención de las fluctuaciones de la mente».

«Yoga es meditar en la esencia del ser».

«El arte de meditar es estar atento a lo que acontece».

 Para una adecuada atención es necesario entregarse al placer de la experiencia, descubrir algo nuevo en cada instante, abandonarse al momento presente de forma natural y espontánea, sin juicio ni análisis, sin control,  lo que provee al observador de una  atención sin ente egoico.

Sí,  es posible que para muchos esta forma de interrelación con el yoga y en definitiva con la vida misma, no sea una necesidad prioritaria. Pero cuando el compromiso se arraiga en lo más profundo del corazón  no se plantea elección, un intenso impulso comienza a guiar las acciones en pro de la máxima expresión de nuestra verdadera naturaleza.

La Atención no se ha de buscar en un lugar, brota por sí misma, es continua, permanente y sin fracturas. Solo hay que crear el espacio para que se dé esta cualidad que transporta a la experiencia más sublime.

Y aunque solo sea por instantes el yo desaparece, como desaparecen las nubes tormentosas de un día lluvioso para dar paso al sol, como a la brillante luz del Ser, eso es verdaderamente el yoga.  Ahí solo hay Silencio…AtenciónComprensiónExistencia…en definitiva Conciencia.

 

María Ruíz